jueves, 22 de diciembre de 2011

Y fue algo más que un crujido en el frío suelo, esa brisa, esa brisa que ya conocía sin haberla sentido nunca en mi rostro. Sin duda era ella, me giré tratando de contener ese palpitante y endiablado pecho, que luchaba por deshacerse de sus ataduras. Sonreíste pícaramente. Sabías que desbordaban mis deseos por tenerte.
-Hola. Dijiste, aunque sabía que estabas ahí y que no hacia falta sentir tu voz para reconocerte. Me acerqué, pase mi mano por tu pelo, eran del tacto de la mayor lujuria que podía soportar un mortal. No me sorprendió que no lo sintieses, porque es sabido que eres perfecta para ser de este mundo. Intenté rozar tus labios pero apartaste la cara.
-¿Por qué? dije sollozando.
-Porque no estoy aquí...
Y desapareciste entre aquella brisa que tan bien recordaba.


No hay comentarios:

Lágrimas que silencian lo que tus ojos quieren gritar.