En la oscuridad se besaban en la nariz, en la boca, sobre los ojos, y él le acariciaba la mejilla con una mano que salía de entre las sábanas y volvía a esconderse como si hiciera mucho frío, aunque los dos estaban sudando; después él murmuraba cuatro o cinco cifras, vieja costumbre para volver a dormirse, y ella lo sentía aflojar los brazos, respirar hondo, aquietarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario