sábado, 2 de junio de 2012


Nunca debí volver. Uno vuelve porque espera encontrar algo, algo que cree que dejó olvidado y luego descubre que lo ha dejado en otra parte o que nunca supo dónde estaba. Uno no debe volver a los sitios donde fue feliz y mucho menos a los lugares donde ha sufrido tanto.
Ahora sé que las avispas han sido necesarias.
Nunca debí volver. No me ha esperado el mar.
Ni las cuatro casas que quedan en pie con los tejados de pizarra invadidos por el musgo y las raíces de los robles enganchadas en los zaguanes. 
Mi abuela no me ha esperado ni siquiera en el cementerio. Hace tiempo que sus huesos fueron desenterrados y arrojados a la fosa común.
Entonces yo era demasiado pequeña para evitarlo. Todos a los que quise han muerto hace tiempo. A este lugar no ha llegado el turismo rural ni nadie que repare los baches
de la carretera. El viento sopla hasta el viejo faro que ya no alumbra. Las gallinas son las únicas que todavía 
deambulan por el pueblo, pero hasta ellas parecen perdidas.

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Lágrimas que silencian lo que tus ojos quieren gritar.